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    Ensayos

Eduardo Pimentel Cáceres

 

 

ARTE: PATRIMONIO DEL SER HUMANO

 

La Educación Artística, como hecho cultural, aparece desde los albores de la Humanidad, por lo menos en su dimensión germinal. Esta afirmación, emerge:

 

A. De la contemplación de las figuras rupestres, existentes en cuevas y cavernas, de las viejas culturas de los cinco continentes.

 

B. De la audición de los antiquísimos motivos musicales, persas, asirios, egipcios, etc. Insertadas e injertadas en los modos o escalas griegas, por obra de los divinos obreros helenos, del riquísimo panal de la cultura humana.

 

C. De la lectura de los versos con alma, sin nombre, espacio ni tiempo, palpitantes de belleza y dolor, en los Vedas y Ayarachis Incas.

 

¿Qué es entonces la educación artística, desde el génesis del hombre, en el devenir de los siglos? Es todo y nada, alternativamente, en el vaivén de las eras y los caprichos humanos. Es todo, porque, por ella, Horacio y Virgilio, Dante y Shakespeare, construyeron y elevaron inverosímiles arquitecturas de Olimpos y Parnasos, para que el “homo sapiens” se tuteara con los dioses.

 

Es todo, porque por ella Apolo y Fídias, Miguel Ángel y Murillo, pretendieron arrebatar al Creador, el privilegio de dar vida, a los seres sin ella; al imprecar con Miguel Ángel alucinado, a su Moisés perfecto: “Parla cane”. ¡Habla, perro!!!.

 

Es todo, porque por ella Aristógenos y Palestrina, Bach y Beethoven, obligaron a la eternidad, dar un patente de inmortal a los músicos valiosos que sembraron de gloria los caminos del arte.

 

Es también nada, porque siempre en la balanza de los mercaderes del templo, tribuna y ara; la plata y el oro, pesaron y pesan más que la arcilla, el pincel y la lira juntos, de los artistas, que anduvieron por el mundo.

 

Es nada, porque al arte en todos los regímenes gubernamentales, le han vetado ocupar un sitio o tener ingerencia en la mesa presupuestal. Y en veces pareciera, que exigen licencia para ocupar un lugar bajo el sol.

 

Es nada, porque para el arte y sus cultores los opulentos del privilegio no han regateado o escatimado proporcionarles la cicuta de Sócrates, la cruz de Cristo o las cadenas de Prometeo.

 

Esta paradojal, existencia de golpe alterno, de triunfo y derrota, para el arte y los artistas, asoma desde al alfa mismo de las viejísimas culturas Súmeras y Asirias. Pues si aquí y entonces, siglos antes de Cristo. El célebre músico Yma Yallac, ocupa el lugar preferencial después del Rey y hasta un año lleva su nombre; en Roma y otros pueblos del Imperio de los césares, no muchos siglos después de Cristo, los músicos del mundo de entonces, aún los mejores, eran esclavos que amenizaban las orgías y bacanales de los patricios y ciudadanos romanos.

 

Luego al escindirse el enorme Imperio Romano en dos con Bizancio y Roma como capitales. El arte y los artistas, con su heterogéneo equipaje de ritmos y melodías, se. nuclean en monasterios y variadas corporaciones religiosas, preparando el advenimiento del canto llano o gregoriano sobre los cimientos de los ocho modos griegos, Frigio, Lidio, Dorio, etc. que insinuaban ya de alguna manera, nuestras escalas modernas, mayor y menor.

 

Así de esta manera, la música que en Grecia fue una actividad o arte libre, interviniendo hasta en las olimpiadas, sola o en los coros, de las tragedias y comedias; pasó a ser en esa época y el medioevo casi aditamento de la liturgia católica y aun judía o hebrea.

 

Por otra parte es indudable que el Canto Gregoriano, ofrece al Orbe, el primer texto musical suficientemente auténtico e inteligible, aun con su ritmo monódico, melodía libre, destinada a una voz o coro al unísono.

 

Esta música dispersa en la liturgia de los países del Oriente, fue recogida y revisada, primero por San Ambrosio, obispo de Milán que la introdujo en Roma en su forma de himnos y Antífonas.

 

Y luego San Gregorio el Grande, elevado al pontificado en el año 290, reunió los dispersos himnos, salmos, antífonas, etc. Los repartió para las diversas épocas del año, formando lo que se conoce con el nombre de Antifonario Gregoriano.

 

Siguiendo las fases de la evolución lenta de esta música, encontramos diseños melódicos como el cuplé, con parentesco litúrgico, pero con destino diferente, el pueblo.

 

A partir del siglo X, aparece el contrapunto en embrión, vale decir, la unión de dos melodías simultaneas, diafonía paralela a la quinta u octava con el “cantus firmus”.

 

Este germen de la polifonía derivará con el correr del tiempo en el canon, motete, fuga, suite, la sonata, la música sinfónica, etc.

 

Con una acrobacia irrespetuosa de un salto sobre el abismo del tiempo, nos encontramos (siglo XVI y XVII) en las cimas excelsas de la música con Hended, Juan Sebastián Bach, Couperín, Rameau y otros señeros monarcas de la inspiración. Así como luego nos veremos con Corelli, Tartini, Locatelli, Hayden, Ios, Bach, Wolfgan, Amadeus Mozart y el coloso Beethoven, soberanos de la creación musical.

 

Retomando los pasos sobre el tema que nos ocupa preguntamos ¿dónde, cuándo, cómo, se les dio la educación artística, tan pregonada o venida a menos, a tan descomunales gigantes del arte?

 

Si nos dicen dónde? …contestaremos tartamudeando, en el claustro materno con la canción de cuna; en la succión de la leche materna con el fondo rítmico del corazón que arrulla; en el kindergarten hogareño con sus cuentos de hadas, su mundo y sueños en flor; en la escuela de la familia, en la universidad de la vida.

 

Al decirnos cuándo? Diremos, cuando el oído del embrión humano, fue capaz de percibir, la emisión melódica enviada por la célica voz de la madre; cuando las veladas familiares devinieron en Educación Artística, por la buena y bella música ejecutada; cuando los Maestros de Capilla les permitieron sentarse ante un atril vacante de su orquesta, cuando las fuerzas impelentes de su genio precoz, empezaban a manar música a raudales, como los panales miel.

 

Por último si nos dicen cómo? Contestaremos, con la espontaneidad de quien satisface una necesidad, un apremio, una urgencia, con la premura de quien busca una fuente en el desierto para calmar su sed o un pan para su hambre; con la seguridad de quien tramonta la sombra, para amanecer en la luz.

 

Así fue de idílico y espontáneo, en términos generales, la Educación Artística en Europa, Asia y alrededores, hasta el siglo XVI más o menos.

 

Y aún así lo es seguramente, en algunos parajes del globo, pese a su arsenal cultural y tradición artística que circula por el mundo.

 

A partir del siglo XVI después del Conservatorio de Santa María di Loreto fundado en 1537 por Juan Tintores, músico flamenco: Europa se puebla de Conservatorios, Academias, Liceos, Institutos, etc.

 

Es desde entonces que con propiedad se puede hablar de Educaci6n Musical en los 5 continentes. Sin embargo, las diversas academias o Conservatorios aun teniendo puntos de contacto y semejanza, difieren entre ellas, por sus programas de estudios, tarifas, condiciones de admisión, objetivos, etc.

 

En cuanto a los Conservatorios Sur Americanos. Alberto Lavignac, musicólogo y escritor francés, profesor del Conservatorio de Paris, escribía en 1910, en su obra ”Educaci6n Musical de América del Sur” No tengo más informes, que de dos escuelas musicales: el Conservatorio de Bogotá, con 28 profesores, número excesivo para 86 alumnos y un programa bastante mezquino”.

 

Y refiriéndose a la Argentina escribía: “Más mezquino e incompleto, parece ser el del Conservatorio de Buenos Aires, que no cuenta, por otra parte, más que con 12 profesores y 6 auxiliares. Se otorgan sin embargo, premios consistentes en medallas y pequeñas sumas de dinero, así como también “Diplomas de Profesor”.

 

Del Perú no informaba nada, porque tampoco había mucho que hablar, en cuanto a Escuelas de Música.

 

En nuestro país los Conservatorios, Escuelas e Institutos de Música calcados a imagen y semejanza de las occidentales y cristianas de Europa, aparecen unos a principios y otras a mediados del presente siglo. Y por supuesto sin ningún aporte de nuestra música inca, pese a su riqueza rítmica, melódica, dramática y lírica, por no contar con una representación gráfica o ideográfica que desembocarán en neumas.

 

Las escuelas de Música, que sucesivamente se fueron instalando en Trujillo, Arequipa, Cusco, Piura, Ancash, Huancayo a partir del año 40 de este siglo, eran y son aún “mezquinas” como diría Lavigñac, por sus presupuestos miserables, que no les permiten ninguna mejora, de su estructura material , en cuanto a equipamiento instrumental, repertorio, bibliografía, métodos, partituras, etc.

 

Y ni que decir de su cuadro de personal docente por la insuficiencia de profesores, de cada especialidad, por lo que están imposibilitadas de ofrecer un curriculum, siquiera como el siguiente:

 

Composición, Contrapunto, Fuga, Teoría, Solfeo, Historia de la Música, Armonía, Canto, Coro, Declamación, Piano, Arpa, Trombón, Timbal, Violín, Viola, Violoncelo, Trompa, etc.

 

En tales condiciones estas Escuelas no están capacitadas, para formar o proveer músicos, de orquesta clásica, de cámara, banda, de opera, profesores, solistas y demás ejecutantes e intérpretes que vivan de su profesión, corno en ciudades, donde sus gobiernos se preocupan presupuestalmente de la Cultura en su integridad y por tanto del arte.

 

Arequipa y Cusco, ciudades de abolengo por su leyenda, historia, tradición y la recia personalidad de sus hijos, han logrado formar felizmente a golpe de genio e indiferencia estatal, sus famosas Escuelas de Pintura. y Música, de Arquitectura y Poesía, de Teatro y Escultura, hecho que dama y obliga a su continuación y superación a todas las generaciones del presente y porvenir.

 

Descendiendo nuevamente de este vuelo de esperanzas, a la realidad de nuestro tema, diremos que Arequipa está fatalmente encadenada, a la grandeza de su destino musical, y para continuar la obra de los que sin catapulta de Academias se encumbraron cuantitativa y cualitativamente y en crescendo, tendrán que conjurar los jóvenes del presente aquellas musas que libaron miel y dulzuras en el corazón de los Melgar, Aguirre, Chanove, Ballón Farfán, Sánchez Málaga, los Dunker Lavalle y decenas más de troveros mistianos, que cantaron sus sollozantes yaravíes y endechas en cada rincón, de esos edénicos recintos de Paucarpata, Sabandía, Tingo, Caima y a los que, los no iniciados o incircuncisos profanos, los llamaban y aun los llaman ‘Picanterías Arequipeñas”.

 

Tras la visión panorámica taquigrafía y veloz de Arte y la Educación Musical de lejanos lugares en el Viejo Continente, pienso que es oportuno, emitir algunos conceptos sobre el concreto problema de la Educación Musical en las Escuelas e Institutos Musicales peruanos.

 

Ya lo dijimos y ahora redundamos, que en cuanto a instalaciones y equipo instrumental, todas las Escuelas o casi todas, se encuentran desprovistas hasta de lo fundamental para poner en marcha siquiera sus modestos currículas. Todas tienen o tuvieron sin renovación, pianos, violines, violas, contrabajos, como también instrumentos de viento y percusión, pero casi siempre en estado deplorable o inservibles.

 

Algunos cuentan con local propio, aunque inadecuado. Otras son inquilinos con todas sus implicancias de desalojo, incomodidad y precariedad.

 

Tampoco poseen los útiles de enseñanza, como métodos, discoteca, equipo sonoros, archivo, etc. para algunas Escuelas solo figuran en el listado de sus pedidos o memoriales; elevados al gobierno. Pese a estas circunstancias el heroico cuadro docente, de estas Escuelas, está condenado además al faquirismo por la exigua remuneración estatal y la supresión de los mercados ocupacionales, y la invasión a éstos, de los conjuntos, Pop, Rock, etc.

 

Pero siguen corriendo la posta, con la antorcha del arte que recibió de sus gloriosos antepasados, ofreciendo cada cual sin narcisismo, sus pequeños aportes, para el logro de los grandes objetivos de la música y convirtiendo sus contratiempos del presente en preparación de sus victorias del futuro. Y Esto, afirmado y dicho sin hipérbole.

 

Por otra parte hablando en prosa, debemos convenir, de que la Educación Musical debe estar preferentemente, en manos de músicos-pedagogos que sepan formar e informar, guiar y orientar al educando con los procedimientos más simples, los medios más eficaces. Además entre los requisitos de admisión para las matrículas, de comienzo de año en las Escuelas, no se debiera omitir y sí más bien, generalizar las pruebas o ensayos indiciarios del talento y predisposición para la música de los postulantes.

 

Por ejemplo, niños de 5 a 6 años, que conocen y diferencian, el sonido de una nota dada previamente, en cualquier escala, es de buen augurio.

 

Niños que repiten o cantan, una o dos notas sucesivas, escuchadas anteriormente. Revelan oído y memoria musical.

 

Niños que cantan afinado a tiempo, motivos y tonadillas simples, con una sola audición. Exhiben gran talento.

 

Niños que muestran manifiesto placer al oír cantar, tocar o procuran reproducir ellos mismos en el piano, lo oído. Denotan gran predisposición.

 

Niños que reproducen fácilmente con las manos, los ritmos que escuchan, abonan con ello su predisposición.

 

A estas y muchísimas otras pruebas se les puede someter a los niños postulantes, con la condición de que hagan en un ambiente nada rígido ni severo. Sino jugando, que es el medio natural del niño, para sus reacciones sin inhibición.

 

A niños bien dotados y matriculados sugiero se les deba iniciar de inmediato en el solfeo, propiamente dicho, es decir cantar, nombrando las notas y marcando el compás. Algunos opinan que previa o paralelamente, se debe practicar el solfeo hablado; en este y otros casos corresponde al profesor, escoger textos de solfeos artísticos y musicales, para desarrollarles el gusto por lo bello, lo bueno y formativo.

 

La experiencia de más de 40 años, en la docencia musical, me permite afirmar que apenas dominado en lo fundamental, el solfeo cantado, se debe comenzar el Dictado Musical, para consolidar sustantivamente el dominio del solfeo, base del proceso enseñanza - aprendizaje total, de la música en toda su complejidad. Pues no es concebible la existencia de concertistas y virtuosos y ni siquiera de buenos cantantes, acompañantes, profesores, compositores, etc., sin el dominio del solfeo. Pues quien no es capaz de descifrar solfeando una partitura, sin auxilio del respectivo instrumento, es un sordomudo del insuperable lenguaje musical.

 

En cuanto al solfeo, hay consenso en, que los niños de 7 años, que sepan leer y escribir correctamente, están aptos, para empezar a escuchar y asimilar los primeros elementos de la Teoría musical.

 

Es este momento, también para que a los niños que por su corta edad, el profesor no les ha dado ninguna lección de sus respectivos instrumentos, se les inicie en las primeras lecciones de solfeo entonado.

 

Durante este período de educación infantil, el tiempo de estudio o lección sobre todo el instrumental, puede prolongarse o reducirse, según el temperamento, aplicación y capacidad de cada niño, tanto como los ciclos o semestres. Esto desde luego si el plan de estudio lo permite.

 

Decidida cuidadosamente la elección del instrumento, por el niño y por cuantos tienen ingerencia en el porvenir del mismo, debe tenerse en cuenta:

 

1. La brevedad del tiempo, la complacencia y delicadeza, de quien la dicta y la evasión de la fatiga.

 

2. Estudiar todo, desde los ejercicios elementales marcando el compás, es la forma que lo aconseja el profesor experto.

 

3. Estudiar lentamente, escuchando la calidad de sonido que produce.

 

4. Estar conciente al estudiar los objetivos, que se quiere cumplir y la que se quiera llegar; Técnica y estilo.

 

5. Tocar todo, si esta bien escrito y es bella música por su forma y estructura.

 

6. Ser tenaz en la corrección de errores precoces: De lectura, posición, compás, etc.

 

7. Cultivar la repentización, como apoyo y seguridad, para una bella interpretación.

 

8. Servirse de la acentuación prosódica de una o más palabras, para la correcta acentuación de las divisiones irregulares corno el tresillo, doble tresillo, seisillo, quintillo, etc.

 

9. Fortalecer los dedos y sus músculos, con ejercicios extra instrumentales con miras al vigor e independencia, digital como base de la técnica.

 

Estas pautas o normas dictadas; aconsejable en el aprendizaje de cualquier tipo de instrumento, pertenecen algunas, a la tradición docente y otras a quien escribe.

 

Experiencia y logros, avalan la bondad y eficacia de su práctica constante.

 

Ya lo decía Goethe: “La vida es corta, el arte largo”

 

Cusco, Marzo de 1982