CON
ABULIA NO HAY DILETANTISMO
El abúlico es aquel ser que ingresa, desarmado a la lucha por
la vida, o bien no usa ninguna arma en los choques con los obstáculos
que presenta toda existencia.
Abúlico es aquel que pone la primera piedra siempre, la
última jamás.
Abúlico es aquel, que empieza una y otra jornada, sin
concluirla nunca.
Abúlico es el arquitecto que diseña muchas obras pero no
ejecuta ninguna.
El abúlico, es aquel, en cuya contextura psíquica, no tan
solo faltan, los inmensos caudales volitivos de las grandes
personalidades, sino hasta los modestos pertrechos de carácter que
acompañan al común de los mortales.
La bibliografía de gran parte de los abúlicos se podría
resumir así: Niñez, majadera , voluntariosa y desobediente.
Adolescente ocioso, irresponsable sin norte.
Adulto, fracasado, sin profesión, sin plan, ni meta.
El abúlico es enemigo de todo diletantismo o afición a los
valores culturales y primordialmente estéticos, como la música, la
pintura, la poesía etc. El abúlico extirpa de si todo germen de
diletanismo, porque es incapaz de encadenar esfuerzo tras esfuerzo hasta
llegar a la meta propuesta.
Por su falta de contracción, método y persistencia, su
presencia en cualquier centro formativo es perjudicial por el mal
ejemplo de su comportamiento como discente e ineludible interrogante
sobre la capacidad profesional y dotación didáctica de cuanto profesor
le toca educarlo.
Es perjudicial para sus condiscípulos porque el mal ejemplo
arrastra a la juventud hacia el lado “no esfuerzo”, ocio y holganza a la
mayoría en general y a los inconstantes en especial.
El abúlico con su inconstancia, su falta de responsabilidad y
su patológica indiferencia a toda acción, va sembrando el desaliento y
hasta llega a convencer, a los demás si tiene facilidad de palabra, de
que es inabordable para todos o la mayoría, interpretar una página de
Beethoven; hacer una replica pictórica de un Rafael, o imitar siquiera
una escultura de Miguel Ángel De esta manera, le será fácil fundar una
escuela dentro de otra escuela, la escuela: de la HOLGANZA.
Y los profesores por alta preparación que posean, no tendrán
los mismos atributos que el Rabí de Nazaret para decir a los muertos
para el éxito en toda su dimensión: ¡LAZARO LEVÁNTATE!.
Un alumno Abúlico, sin voluntad, es un injusto lastre para el
curriculum de cualquier MAESTRO.
Si bien es cierto que un buen profesor puede promocionar
buenos alumnos, también es cierto que un mal alumno puede ocasionar el
desprestigio profesional de muchos DOCENTES.
Por otra parte llama la atención que estos alumnos tengan una
proclividad casi innata para el sofisma, expertos en su seudo dialéctica
se ufanan en convencer a sus oyentes y mejor a sus amigos y parientes,
que ellos con un buen profesor serían émulos de Chopín si son músicos;
rivales de Rafael si son pintores; o contrincantes de Miguel Ángel si
son escultores. Al decir si son… Queremos decir, si están merodeando
entre los alumnos de esas actividades artísticas.
Silogizan con ingenuidad, que provocan el llanto, al decir
por ejemplo; los alumnos son buenos o malos según el profesor: Es así
que yo soy malo; luego el profesor es malo. Tamaño absurdo no merece
pues mencionarse sino entre las curiosidades del léxico sofista. Porque
un alumno de cualquier aprendizaje no es, ni lo será nunca, mero
recipiente de conocimientos, destrezas o habilidades propios de un ser
racional, dotado de memoria, entendimiento, voluntad, etc.
Estas facultades impelidas al desarrollo, con orden,
constancia y didáctica, culminarán siempre en metas insospechadas y
mejor, si es bajo la dirección de un maestro eficiente. De otro lado, la
holganza del abúlico en maridaje detestable con la irresponsabilidad de
un profesor inepto, sin aspiraciones ni inquietud, cosecharán para sí lo
que el desierto o la esterilidad patológica. El estudiante o diletante
de cualquier arte, necesita de una condición SINE QUA NON, La
constancia.
El abúlico no debe esperar albergue en los dominios del arte;
en él solo habitan además de los elegidos, los que pueden parodiar las
históricas palabras: “La guardia nacional muere, pero no se rinde”.
Las inmortales obras artísticas que la humanidad guarda entre
sus más preciados tesoros, no brotaron como floración silvestre en la
mente o inspiración de genios ociosos; germinaron en la fertilidad de
sus disposiciones naturales, regados con sudor y llanto, en miles de
horas de trabajo constante.
Su vuelo ascendente hacia las cimas de la perfección, no
concluye sino cuando les sorprende la muerte.
Y la historia, esa maestra de la vida, nos conmueve a
algunos, hasta las lágrimas, cuando nos relata la infancia de los
grandes artistas, convenciéndonos de que el estudio y trabajo lo puede
todo, en artes, ciencias y técnicas en particular, y en general en todas
las actividades culturales.
Por otra parte, corno partes integrantes de ese TODO que es
la sociedad, tenemos el deber de poner nuestro granito de arena en la
colosal obra cultural y esto quiere decir, que tenemos que trabajar,
sudar con ahínco y plan.
De la larga o breve jornada de la vida, no quedarán en
nuestro equipaje, sino los logros alcanzados en nuestras horas útiles. Y
mejor si nos apertrechamos de armas defensivas para todo combate, de
nobles sentimientos en el corazón, de luminosas ideas en el cerebro y de
aptitudes eficientes para toda contingencia para no llorar como el rey
moro Boaddil, contemplando Granada, perdida para él: y escuchando
simultáneamente las cáusticas palabras de su madre que le decía “llora
como mujer, lo que no supiste defender como hombre”.
Acontecimientos similares, en hechos y palabras, se parodian
diariamente en todo tiempo y espacio, como látigo perpetuo a los
abúlicos de todas las edades, sexo y estratos.
Y como eco punzante de estas históricas palabras, serán
siempre, los rumores que circulan en el entorno de los pusilánimes,
indecisos y ABULICOS que no dedicaron tiempo y trabajo constantes, para
levantar sus plataformas de éxito o siquiera sus cuarteles de invierno,
para el otoño de su vida. José Santos Chocano, el formidable épico,
retratista siempre de la lacerante realidad, escribió para los abúlicos
de entonces, como de la posteridad, la siguiente conminación “Hecha tu
corazón sobre la brasa y miraras al sol sin quedar ciego”. “Querer
sufrir es contemplar la altura, empezar a sufrir, romper el
vuelo”.”Busca dolores cuando busques palmas, el dolor es el Jordán
eterno de las almas”.
No es pues masoquismo, el trabajar hasta el sufrimiento,; el
estudiar hasta el agotamiento. Si se trata de ser Prometeo, es preciso
sufrir cadenas y si se quiere ser Cristo no se eluden las espinas ni la
cruz.
Sólo el abúlico es la negación de la vida y su proyección
hacia la verdad, bondad y belleza.
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