NIÑEZ: IRREVERSIBLE ALBORADA
Freud, entre pocos
autores, enfatizó la importancia de las relaciones del niño y sus padres
en el desarrollo de su personalidad.
Postuló el hecho de que
la infancia se perpetúa en los seres humanos engranada en la
organización del carácter, condicionando el modo particular, como cada
persona se enfrenta a los múltiples problemas de su existencia.
En la actualidad, no
hay psicólogo, escuela o investigador que esté en desacuerdo con los
conceptos de Freud. De ahí que el estudio del alma o comportamiento
infantil sea uno de los capítulos más impostergables de la psicología.
Lo afirmado, sin
embargo no implica la idea de que el carácter, estructurado y organizado
en los primeros años, sea inmodificable. Por esto la psicoterapia
científica se basa en la posibilidad de desarrollo y modificación del
carácter, en épocas posteriores de la vida.
La infancia humana
tiene una existencia crucial si analizamos que desde el momento de su
nacimiento y durante un buen tiempo, el niño necesita absolutamente,
para continuar viviendo, el cuidado de sus padres.
Cortado el cordón
umbilical al nacer, el niño permanece unido a la madre, para la
satisfacción de todas sus necesidades biológicas y afectivas.
Durante meses, el bebe
ni siquiera se experimenta a si mismo como diferente a su madre. También
la infancia es la época de mayor plasticidad en el desarrollo
psicológico y por ello la de mayor vulnerabilidad también. Porque tal
como una lesión minúscula en el embrión aparece magnificada en el
adulto, las lesiones psicológicas infligidas al niño, aparecerán
magnificadas en el adulto.
Por otra parte la
plasticidad del niño es una cualidad ambigua. Por una parte le permite
beneficiarse de todas las oportunidades culturales que le ofrece el
ambiente humano que le rodea. Y por otra, le permite también adaptarse
aún a las situaciones más desfavorables. El niño se adapta
autoplásticamente, es decir cambiando.
Todos, y mas el
Maestro, deben tener en cuenta para apreciar el significado de la
infancia; el hecho de que todos los niños son diferentes, puesto que son
portadores de potencialidades genéticas distintas; salvo que se trate de
gemelos idénticos. Estas diferencias explican el que dos niños en una
misma familia reaccionen en forma diferente a situaciones análogas. Por
ejemplo; el sistema de castigos y recompensas, adecuado para un niño,
puede ser destructivo para otro. Y que la protección necesaria en los
primeros meses resulte excesiva en un estadio posterior, si persiste
inmodificada. Podemos decir, con Augusto Meyer que cada niño es “un
nuevo experimento de la naturaleza”.
El niño aprende a vivir
en el seno familiar, esto es, obvio. En él encuentra, la satisfacción de
sus necesidades, de abrigo y alimentación, así como también respuestas,
valores y metas. Su aprendizaje si bien depende de su experiencia
personal de ensayos y errores, viene también de la identificación con
sus padres.
En todas partes, las
familias reflejan la situación social y cultural. Los valores actitudes
y prohibiciones que los padres han incorporado en si mismos, tales como
la ambición desmesurada de prestigio, el temor a diferir de los demás
etc. Actúan desde un principio en el niño, corno influjos modeladores de
su carácter.
Los valores y actitudes
prevalentes en la cultura no sólo actúan directamente, sino que también
lo hacen indirectamente, influyendo en la selección del sistema
educacional que los padres aplican.
Es principalmente a
través del carácter que condiciona modos de sentimiento, pensamiento y
acción, y que en parte está determinado por la situación cultural y
social, como los padres influyen en los hijos. Este es el factor más
significativo, pero no el único. Las relaciones del padre con la madre,
las relaciones de ambos con los demás hijos y la de los hermanos entre
sí, la influencia de parientes allegados etc., forman una constelación
compleja que determina la situación total que rodea al niño y de la cual
el niño forma parte.
Factores aislados se
entienden mejor como parte de esta situación total de la que dimanan
influjos constantes, algunos aparentes, otros subterráneos y que en todo
caso, tienen una importancia mayor, que situaciones traumáticas
aisladas.
Sabemos que el niño
depende totalmente de su madre en los primeros meses de su vida; el
crecimiento y la maduración de sus estructuras orgánicas lo impulsan
hacia la ruptura de esta dependencia.. El desarrollo que es un proceso
en dirección hacia la autonomía y la responsabilidad, cuyo primer paso
es la ruptura de los vínculos primarios que unen al niño con su madre y
de los cuales depende durante un tiempo, su seguridad, tiene como dice
E. Fromm carácter dialéctico individuación e independencia gradualmente
crecientes, significan también aislamiento, creciente, soledad y
angustias.
Conforme el niño
adquiere conciencia de si mismo como entidad separada, los vínculos
primarios que lo unen con su madre son rotos y se hace necesario que
obtenga seguridad por otros medios. Tiene que vincularse con las
personas que lo rodean y consigo mismo, a niveles de mayor madurez,
ampliando a cada paso sus relaciones con la comunidad y preservando su
individualidad y autonomía.
En el desarrollo del
carácter, la armonía o por el contrario, la falta de correspondencia
entre ambos procesos, el de individualización que implica soledad
intolerable y el de vinculación con el mundo en forma progresivamente
más maduras, de las cuales el primero es automático y el segundo no lo
es, constituyen el factor decisivo; y dependen tanto de la dotación
biológica del niño como de la situación total que lo rodea.
Si la dependencia en la
madre persiste mas allá de ciertos límites, dependencia y pasividad
constituyen las formas predominantes que orientan el desarrollo
caracterológico del niño. Por otra parte si vínculos primarios son rotos
prematuramente, antes de que el niño haya desarrollado un grado
considerable de auto dependencia, puede fracasar en sus intentos de
ganar seguridad, y la soledad y la angustia lo obligan a replegarse y a
buscar formas neuróticas de vinculación con las demás personas. No debe
perderse de vista que los padres y los hijos representan intereses
diferentes y hasta cierto punto antagónicos.
De ahí que cierto grado
de conflicto entre padres e hijos sea inevitable, particularmente en
nuestra cultura y forma. de vida social, en que la agrupación patriarcal
confiere al padre el papel principal de autoridad.
Grandes psicólogos,
dicen que son tres, las grandes necesidades del niño.
A. Necesidades
fisiológicas, tales como la de ser alimentado, ser protegido.
B. Necesidades
afectivas.
C. Necesidades
educativas.
Pero todos coinciden en
que la necesidad fundamental del niño es ser amado. Cuando el niño se
siente querido, es difícil que aún circunstancias muy desfavorables lo
dañen permanentemente.
Pero conviene aclarar,
sobre el concepto amor, pues para mucha gente el término amor significa
lo mismo amor racional y productivo, del cual por lo menos se tiene una
vaga idea, que apetito pasional, posesibidad o sumisión neuróticas.
Ernesto Fromm, señala,
que el amor productivo implica: cuidado, interés, conocimiento, respeto
y aceptación del objeto amado. Amor con estos contenidos es lo que el
niño necesita.
Cuidado y protección
adecuados a cada estadio de su desarrollo. El niño necesita sentirse
protegido por sus padres y tener confianza en ellos y en la estabilidad
de su hogar para experimentarse capaz de enfrentar a cada paso
situaciones desconocidas.
Interés en lo que hace,
en sus pequeños logros, en sus decisiones y en sus fracasos.
Conocimiento de sus
limitaciones y de sus capacidades especificas; de sus talentos y de sus
vulnerabilidades.
Aceptación y respeto de
su individualidad, sus intereses y sus deseos.
Como puede inferirse,
la ternura no es el componente único del amor; porque ternura siente el
avaro por su dinero, algunos políticos por el poder y muchas madres por
sus hijos, como apéndices de ellas mismas o como objetos que únicamente
satisfacen su vanidad.
Por su naturaleza el
amor implica un impulso de acercamiento hacia el objeto amado y el deseo
de conservarlo.
El amor maternal tiende
a unir a la madre con su hijo y a perpetuar la unión entre ellos. Sin
embargo, si la madre ha de responder a las necesidades del niño tendrá
que prescindir gradualmente de su unión con él, y no solo eso; sino que
habrá de favorecer activamente la separación.
Precisamente la
dificultad que entraña el prescindir de la unidad con el hijo amado,
explica porque generalmente las madres son mejores durante los primeros
meses de la vida del niño, que en los años subsecuentes.
Es importante también
señalar la diferencia del amor paternal con el maternal.
El amor maternal se
caracteriza por su incondicionalidad. El niño es querido por la madre
por ser su hijo y nada más. En cambio el padre quiere al hijo por lo
común, siempre que haga o deje de hacer tal cosa. Pero conviene tener
presente que condicionalidad e incondicionalidad, se encuentran en mayor
o menor grado en el amor de ambos padres.
Tras esta brevísima
exposición psico - biológica del ser humano, siguiendo ahora su huella
de la cuna a la tumba, se podría sostener de que afectivamente la niñez
es: la irreversible alborada, como la adultez, plenitud irreversible y
la senectud ocaso irreversible…
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